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The End

No cuento nada nuevo si digo que hoy acaba Lost. A las 8:30 acabará el viaje y estaremos ahí para verlo. Obviamente ya te aviso de que no leas este post si no estás al día.

Sólo quiero dejar por escrito unas cuantas impresiones que me ha provocado Lost durante este tiempo. Seguro que me dejo muchas cosas en el tintero y que cuando todo termine será muy fácil decir ciertas cosas. Por eso quiero dejar constancia de los aspectos de Lost que siempre más me han llamado la atención:

LAS EXPECTATIVAS

Es cierto que muchos espectadores se han quejado de que muchas de las explicaciones y razonamientos que da la serie no han satisfecho sus expectativas. Pero es que tanto la serie, como la historia que cuenta, se basa en las expectativas no cumplidas. Nosotros como espectadores empezamos viendo una serie de aventuras, a lo Robinson Crusoe, y en todo este tiempo Lost ha ido saltando por el drama, la ciencia ficción y volviendo al drama y saltando de nuevo a las aventuras, rompiendo las expectativas de lo que estábamos viendo. Pero es que eso mismo es lo que les pasaba a los personajes y nosotros lo vivíamos con ellos. Cuando elllos pensaban que salir de la isla era la solución van y se dan cuenta de que el problema es aun más gordo. Sus expectativas eran nuestras expectativas y la serie siempre ha jugado con los espectadores y los personajes por igual. Es un juego al que nos prestamos desde el principio, lo aceptamos gustosamente y no es justo quejarse porque los últimos capítulos no colmen las expectativas de algunos.

LOS PERSONAJES

Siempre he mantenido que lo que hace grande a Lost son los personajes. ¿Pero quién es el protagonista? En la primera temporada parecía que era Jack, pero en la segunda y la tercera Locke empezaba a hacerle sombra. Y, en la cuarta, de repente, ningunean a Jack y parece que Ben es el centro de la historia. Después, está Desmond que parece ser esencial para todos pero que, mirado en minutos, no es el que ocupe más espacio, aunque es el personaje con los capítulos más esenciales. Y, ahora, en la sexta, Ben pasa a ser una pluma movida por el viento y nos damos cuenta de que el tan idolatrado Jacob no deja de ser un niño pusilánime y envidioso. Nuevamente, ahí está la grandeza de Lost y lo que muchos parecen no entender: los personajes son todos importantes, no hay uno que sea más esencial que el resto, todos aportan su grano de arena. Y ahí también ha jugado con nosotros y nuestras expectativas. Por eso muchos se frustran, al ver a Ben basureado o a Jacob humanizado, pero es que es de lo que se trataba desde el principio. No hay malos ni buenos. Hay razones para actuar, algunas más equivocadas que otras, pero todas razonables con el carácter del personaje.

Como en nuestra propia vida a veces somos el protagonista, a veces somos el personaje secundario. A veces actuamos de forma equivocada, pensando que tenemos razón. A veces nos dejamos guiar por la fe y otras por la razón. Ni tú ni yo somos malos. Puede que a veces nos fallen los instintos y que nuestras expectativas no se vean cumplidas. A veces parece que yo soy el malo y a veces parece que lo eres tú. Pero es que el juego es así. Y ya lo sabíamos. Así que no te quejes. Sabías a lo que venías.

500 días juntos / (500) days of summer

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Que el género romántico es de los más devaluados en el cine reciente es un hecho incontestable. Culpa de ello la tienen subproductos realizados a mayor gloria de Sandra Bullock, Meg Ryan, Kate Hudson, Mathew McConaughey o Hugh Grant. También es cierto que algunos de ellos, en escasas ocasiones, han protagonizado algunos buenos ejemplos de lo que puede dar de sí el género (Cuatro bodas y un funeral, Adictos al amor). Lo curioso es ver el punto en común de las películas que menciono con estos “500 días con Summer” (que sería el título correcto): son alabanzas al hecho romántico realizadas desde la negación del amor. Me explico. La mecánica es la siguiente: no basta con estar enamorado, no basta con que la persona amada sea la perfecta para ti, tú también tienes que ser la perfecta para ella y tal vez lo que pasa es que no os habéis encontrado en el momento adecuado (Before sunset, Before sunrise). Es ese poso de amargura lo que hace que una comedia romántica alcance una cuota suficiente de identificación. Porque sabemos que no todo es color de rosa y cuanto más subamos, más dura será la caida.

En “(500) days of summer” vemos, siempre desde el imparcial y subjetivo punto de vista del protagonista, la ascensión al cielo del amor y la posterior caida al infierno del desamor de Tom hacia Summer. Al existir este escrupuloso respeto del punto de vista, la mencionada Summer es alternativamente lo mejor y lo peor que podemos encontrar en una mujer. Y como los guionistas son dos “señores” no escatiman en que se les note resentidos pero a la vez maravillados por el género femenino. Joseph Gordon-Levitt, con su perpetua cara de me-acabo-de-despertar, representa al hombre moderno que creemos que a toda chica le debe gustar: sensible, moderado, tierno, mono; estereotipo inaugurado por Ethan Hawke y que, desafortunadamente, nos hemos terminado creyendo. Ella, Zoey Deschanel (no puedo abrir más los ojos porque es humanamente imposible), es la chica perfecta para ese tipo de hombre: divertida, locuela, mona, independiente. ¿Y cual es el problema?. Pues que ella no está lo suficientemente enamorada de él, o al menos no como sí lo está él. Así de simple. Y ahí está la propuesta que hace que estos “500 días con Summer” se eleven como la mejor comedia romántica desde Alta fidelidad (con la que comparte su gusto musical).

Porque en el fondo lo que hace que una relación funcione es la distancia que haya entre las expectativas y la realidad. Porque todos nos hemos sentido como si estuviésemos en un musical y quisiésemos cantar nuestro amor a los cuatro vientos. Porque todos hemos sentido que estábamos en una película de Bergman y que nuestra existencia no tenía sentido. Porque todos hemos estado devastados cuando nos rompían el corazón y nos decían que nos querían mucho, pero que nos querían tanto. Porque todos hemos roto el corazón de alguien y lo hemos pasado mal al no saber/querer corresponder. Porque todos hemos sido en algún momento Tom, pero también hemos sido Summer. Porque un día te despiertas, tienes la claridad de saber lo que sientes y no quieres engañar a nadie (y mucho menos a ti mismo).

Pero también sabemos la oportunidad puede aparecer en cualquier sitio. Y que después del verano viene el otoño.

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Quince días

Pues ya hace hoy quince días desde la última entrada. No había pasado tanto tiempo sin escribir nada por aquí. He estado bastante desconectado. De hecho por teléfono sólo he hablado con mi padres. Y con el internet bajo mínimos pues tres cuartos de lo mismo. Ha sido un retiro voluntario, pero eso no quiere decir que no haya pasado nada en estos quince días.

Después del feliz reencuentro con Martina nos fuimos a la playa pero tardamos poco en volver al campo. Piscina y gimnasio era un plan más acorde a mis necesidades. Al contrario de la última vez, las visitas fueron mínimas. Una vieja amiga que hacía diez años que no veía. Verla me dio mucha alegría y me confirmó que la gente no cambia: ella sigue siendo la misma descreida de risa fácil que conocí hace cerca de 20 años. Lo de que la gente no cambia me hizo pensar mucho y me puso un poco triste. ¿Quiere decir eso que los que nos rodean y nosotros mismos no vamos a mejorar nuestros defectos ni un poquito? Quiero pensar que aun somos demasiado jóvenes y las mejoras vendrán más adelante. Pero hasta entonces hay que aguantarse con lo que hay. Y no sé si me apetece.

Ya en Málaga empezamos a pasar calor. Y me dejó KO. Todo el día muy cansado.  Y lo peor estaba por venir. El último fin de semana me empecé a encontrar más cansado de lo normal, con los gemelos doloridos y el temible adormecimiento de los dedos de los pies. Después de esperar durante el sábado a ver como evolucionaba decidimos adelantar la llegada a Madrid para el domingo. Como el neurólogo me había pautado la inmunoglobulina cada 21 días pues me he venido hoy a que me la pongan. Ya veremos como respondo. Este tipo de cosas son las que minan el ánimo, la incertidumbre.

Ya llega septiembre y se supone que hay que empezar de cero, con fuerzas renovadas y eso. La verdad es que ahora mismo no tengo ni ganas. Le doy muchas vueltas a la cabeza y no sé bien como hacer lo de empezar de cero. Tengo un par de ideas pero son más bien de Cambio Radical.

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La explicación

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Perdón si en el último par de días no he respondido a las llamadas y a los mails. Quería evitar la pregunta: ¿qué te pasó el Jueves?. Es difícil de explicar y a la vez sencillo: Estando en rehabilitación me dio un ataque de ansiedad. Me faltaba el aire, tenía una fuerte presión en el pecho, me temblaban las manos y parecía que la cabeza me iba a estallar. Simplemente. Así, sin más. Me llevaron a urgencias. Me dieron un Orfidal, me pusieron oxígeno y para casa. Básicamente lo que es un ataque de ansiedad. Y ahora viene la pregunta del millón: ¿Por qué?. Y eso ya es más complicado. Ese día si era un poco diferente al resto. Tenía pensado ir a la oficina después de rehabilitación, comer con los amigos y después hacer una entrevista. Hago repaso y la verdad es que eran cosas que me apetecían: estar en lo oficina con Richard como un día normal, comer con Andrés, Sergio, Enrique, Richard y Belén, y después hacer un poco de trabajo promocional (no tengo pánico escénico). No había, para mal, nada que me perturbase en ese día. Al día siguiente, nos íbamos para Málaga para reencontrarnos con Martina a la que hacía cuatro días que no veíamos. Tampoco era mal plan.

Mi conclusión es simple. No era una cuestión del corto plazo. Es el largo plazo. Estos días he seguido teniendo pequeños momentos de tensión interna, que mediante medicación he ido apaciguando. Es el miedo a lo que me espera en un futuro. Es la incertidumbre de lo que pasará. De cuando pararé de estar bien y me estancaré. Nadie lo sabe, ni tú ni nadie. Así que nadie me diga que seguro que todo va a salir bien, porque no lo sabéis. Ya veremos. Yo voy paso a paso. Y el pasado jueves me tropecé. Pero no pasa nada. Ya he tenido varios tropiezos y me he vuelto a levantar. Y sigo adelante. Poniéndome pequeñas metas y sorteando las piedras del camino.

De nuevo, gracias a todos y os pido mil disculpas a los que haya podido importunar.

¿Donde estoy?

No me hallo

Ayer fue día médico. Por la mañana me hicieron un nuevo electromiograma y por la tarde fuimos a ver a un neurólogo para que me diese una segunda opinión. Las conclusiones fueron un tanto difusas: el del electromiograma dice que todo sigue igual (eléctricamente hablando) y el nuevo neurólogo me dijo que el diagnóstico era el correcto y que iba a llamar a mi neurólogo del hospital para hacerle un par de preguntas. El caso es que me quedé como estaba. Y aún sigo sin saber como reaccionar. El caso es que no me hallo. No sé qué pensar. No sé cómo reaccionar. Ya sé casi todo lo que hay que saber sobre lo mío. Y ya nadie me dice nada que no sepa. Tal vez por eso no sé cómo reaccionar. Que de 6 meses a 2 años. Pues vale. Los seis meses ya casi han pasado y aquí estoy: mejor pero no recuperado.

Hoy me he notado cambios de humor bruscos y no me gusta. Nos hemos reído mucho, pero después me he puesto irascible sin sentido.

Vamos, que no me hallo. Tal vez sea una cuestión de expectativas.

Nada que contar

nada

No tengo claro si no tener nada que contar es malo o bueno. No soy de los que tiene la necesidad de contar todo lo que me pasa. Pero el vacío de no tener nada que decir ni contar me puede. Y no es que me meta para dentro y me haga el reservado. Es que no hay nada. Creo que eso hace que esté huraño. No tengo nada que decir, pero es que tampoco tengo ganas de rollos de los demás. Sé que tal vez es injusto, pero es lo que hay, no lo puedo evitar. Por eso tal vez no estoy a la altura de las exigencias. Que no de las expectativas, que no es lo mismo. Y me tengo que aguantar y se tienen que aguantar los demás.

Ahora mismo sólo puedo pensar en mí mismo.

Tristeza

House triste

El capítulo de House de la semana pasada titulado “A simple explanation” fue muy triste. Todo empezaba como siempre empieza House, pero a los 10 minutos descubríamos la muerte de uno de lo personajes. Y de repente todo se nublaba. La fotografía adquiría unos tonos grises y desaturados que querían ser un reflejo del estado de ánimo de los personajes. Así, de repente. Como casi todo lo triste. De repente. Inesperado. Porque nadie va a ser tan tonto de esperar que la tristeza aparezca en su vida. Incluso más de uno que conozco que parece regodearse en su tristeza, seguro que en el fondo no la desea.

No le deseo la tristeza a nadie. Y hoy no estoy triste.